El Perú es
uno de los países latinoamericanos donde se percibe una mayor huella de la cultura japonesa. El
origen lo encontramos a finales del siglo XIX, cuando se iniciaron las
relaciones diplomáticas entre Perú y Japón. Fue durante la época de la era Meiji cuando se establecieron esas
relaciones diplomáticas que harían de Perú el primer país
latinoamericano en recibir inmigración nipona.
En 1899 el barco Sakaru Maru trasportó a 790 japoneses
(la mayoría procedentes de Okinawa) hasta el puerto del Callao, con el fin de
trabajar en las haciendas desempeñando labores agrícolas. Tras
esa primera oleada llegaron nuevos grupos de inmigrantes japoneses. La presión
de los negocios japoneses contra los peruanos provocó que a principios de los
años 3o surgieran protestas y campañas contrarias a los inmigrantes, lo que
llevó a que el presidente Óscar R. Benavides limitara el ingreso de
japoneses. No fue mejor la situación de los inmigrantes y sus
descendientes durante la Segunda Guerra Mundial, en la que muchos de los ciudadanos peruanos procedentes de
Japón fueron perseguidos y, en
muchos casos, enviados a Estados Unidos y forzados a ser recluidos en campos de
trabajo.
Actualmente es la
segunda comunidad japonesa más numerosa de América Latina (por detrás de
la de Brasil), estimándose más de 100.000 personas descendientes de japoneses.
También hay que destacar que las relaciones peruano-japonesas también se
extienden al País del Sol Naciente, donde se registran más de 50.000 peruanos
de origen japonés. La mayoría de ellos descienden de los inmigrantes japoneses
que llegaron a Perú a finales del siglo XIX.
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